Los 10 mandamientos de Satanás.

decalogoNo leas mucho la Biblia; te puede afectar la mente e irrita la vista.
No ores mucho; te puede dar reumatismo en las rodillas.
No aceptes cargos en la iglesia; cualquier otro puede hacerlo mejor que tú.
No vayas al templo a adorar; tu puedes hablar con Dios en cualquier parte.
No des tus diezmos y ofrendas; Dios es muy rico.
No digas siempre la verdad; hay que ser prudente.
No te preocupes por la conversión de tus hijos; ellos ya son salvos

El joven sin el brazo izquierdo.

judoLeí una historia acerca de un muchacho de 10 años que había sufrido un trágico accidente y a consecuencia de esto le tuvieron que amputar el brazo izquierdo. El muchacho se recuperó emocionalmente y decidió aprender el Judo. Su Sensai (maestro) era un anciano chino experto en este arte marcial.

Después de tres meses, el muchacho había aprendido sólo un movimiento y le pidió a su maestro que le enseñara otros.

Vértigo juvenil.

Al bebé, de dieciocho meses de edad, lo llevaron al hospital. Estaba en estado comatoso. Presentaba grandes hematomas en la cabeza y golpes en diferentes partes del cuerpo. No pudieron salvarlo. Murió en las manos del médico.

Acto seguido, se dieron a la tarea de hallar al responsable de las heridas. No había duda de que la criatura había sido golpeada. Se trataba de homicidio.

"Familia pequeña, familia feliz".

Pandita Radimal, joven esposa india, tomó el sobre que le alargaban. Dio las gracias maquinalmente y salió a la sala de espera. Decenas de otras mujeres como ella estaban allí. Todas ellas tenían la misma expresión en el rostro que Pandita, una expresión de resignación, de pena, de tristeza, de conformidad a la fuerza contra un destino que ellas no deseaban. Pandita aceptaba, por un premio de rupias equivalentes a veintidós dólares, dejarse esterilizar para no tener más hijos

Rosas para mi Rosa.

Tenía predilección por las rosas rojas, y se llamaba Rosa.
Todos los años su esposo le enviaba hermosos ramilletes.
El año que él murió, llegaron las rosas con una tarjeta
que decía, como todos los años anteriores: «¡Feliz día de los enamorados!»

Cada año le enviaba rosas, y la nota decía siempre:
«Te amo aun más este año, más que el año pasado en esta fecha

¿Es el suicidio la solución?

La muchacha, esbelta, grácil y elegante, saltó del trampolín. Dio tres vueltas en el aire, en forma impecable, y cayó de cabeza en la piscina. Con ese salto magistral ganó el derecho de representar a Inglaterra, su patria, en los juegos olímpicos. ¿Quién era ella? Era Tiffanie Trail, joven de veintidós años de edad.

Lamentablemente Tiffanie no logró su sueño. Una lesión en la muñeca derecha la alejó de las competencias

El sueño roto.

El sueño de su vida era ser misionero, y parecía como si finalmente se fuera a hacer realidad. Sentado en la oficina de la agencia misionera, el nervioso joven le aseguró al entrevistador que él y su flamante esposa estaban decididos a trabajar duro, administrar sus recursos como buenos mayordomos, y procurar que se proclamara a Cristo al mayor número de personas posible. Confiaban en que todo su futuro estaba saliéndole a pedir de boca.

Ser como la gallina.

Un pastor estaba de vacaciones en casa de un granjero que no era cristiano; pero cuya esposa había estado orando por él por mucho tiempo. Por tal razón el servidor de Dios esperaba la oportunidad para explicarle el valor del sacrificio del Calvario.

Cierta mañana el granjero pidió al pastor que le acompañara al gallinero. En uno de los cuévanos vio una gallina con una crías de polluelos sacando

La Escalera.

Los gritos despavoridos de hombres, mujeres y niños dieron la nota trágica aquel día de diciembre. En Brooklyn, Nueva York, un violento incendio había comenzado por los cortinados de las amplias habitaciones de un hotel.

El cuerpo de bomberos se había hecho presente y las operaciones de salvamento habían comenzado alrededor del edificio envuelto en llamas. Mientras las enormes mangueras lanzaban agua sobre el humeante hotel

El amor ignorado.

Un intenso frío me helaba los huesos mientras en el parque y a unos doscientos metros, que me habían sido impuestos, contemplaba los juegos y carreras de mi nieto en su colegio. Él me vio de lejos y me dirigió una mirada como perdida, aunque tuve la certeza de que me había reconocido y que mi presencia no le molestaba.

Siguió jugando y pronto sus juegos le embargaron y aunque me había visto continuó con sus amiguitos. Me quedé yo solo contemplando sus evoluciones