Una montaña de pecados destruídas
El misionero se estaba esforzando en hacer comprender a los míseros nativos de aquella aldea africana, como el poder de la sangre de Jesús basta para limpiarnos de todos nuestros pecados, sin adición de dogmas ni ceremonialismos.
Al fin, una mujer se acercó a él, y con pena le confesó: «Señor, pero mis pecados son tantos como la arena en la ribera del mar. ¿Puede Jesús borrarlos todos?».
¡No merezco la torta!
Cierto pastor había visitado muchas veces a una señora y le había hablado acerca de aceptar la salvación de su alma. Las respuestas eran las siguientes: «Pastor, voy a pensar en esto», o:»Yo no merezco esta salvación». Al final dijo:»Yo voy a esforzarme para poder merecer esta tan grande salvación».
Para sorpresa del pastor, ella le invitó un día a tomar café y comer una rica torta. Cuando el pastor llegó, la mesa estaba preparada y la torta bien adornada en el centro de todo.
Quiero que me ayuden
Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
Dios le busca
En una región montañosa del Kurdistán, todavía reina la costumbre de la «venganza de la sangre». Durante una pelea, un hombre mató a otro y enseguida se fugó, persuadido de que el hijo de la víctima quería vengar a su padre.
Y efectivamente, éste se puso sobre la pista del asesino. La presecución duró varias semanas, hasta el día en que el fugitivo, agotado y hambriento, se durmió de cansancio, sin haber hallado un escondrijo seguro.
Se despertó sobresaltado al sentir una mano sobre su hombro. Entonces capituló diciendo: «No doy más, ya no puedo huir, mátame ahora mismo; es lo que merezco».
La despedida
«Hijo mío, cuando estés en dificultades, no te olvides de orar a Dios. Con estas palabras una madre se despidió de su hijo único que se iba como marinero. Ella estaba muy preocupada por él, pues el joven acababa de rehusar entregar su vida a Dios. ¡Si por lo menos en la angustia se acordara de Dios!
«Eso de orar…ya lo veremos…» pensaba alegremente el joven. El quería dirigir su vida por sí mismo. Sin embargo, en su primer viaje el joven tuvo un accidente que le hizo pensar en Dios.
Dios existe, lo encontré
El título de este tema es el de un célebre libro de un autor francés. Merece que nos detengamos en él. El autr no dice: «Dios exite, lo he demostrado», sino: «lo encontré». No evoca, pues, una demostración, sino un encuentro con una persona viva.
Para los incrédulos, la existencia de Dios constituye un difícil problema metafísico, pero este problema ya no preocupa a aquellos que viven relacionados con Dios. Si tengo un contacto visual, telefónico o epistolar con alguien, no tendré ninguna necesidad de que se me pruebe que mi interlocutor existe.
¿Arrojas piedras o das otra oportunidad?
Ella dijo: «Ninguno, Señor». Entonces Jesús le dijo: «Ni yo te condeno; vete, y no peques más». Juan 8:11
A mí me fallan una vez y ahí termina todo». Así se expresaba una dama hablando de la posibilidad de que algún día su esposo le fallara. Ese espíritu de no dar una segunda oportunidad al que comete un error prevalece entre esposos, amigos, miembros de iglesia e instituciones. El lema es: «Si fallaste, no esperes más». Es un consuelo pensar que Dios no es así. Dios es el Dios de la segunda oportunidad.
Dios demostró en la cruz del Calvario el amor verdadero, que alcanza a quienes ya agotaron toda oportunidad y toda paciencia humana.
Perdónate a tí mismo
Una señorita emigró a los Estados Unidos. En su Cuba natal había sido una católica muy devota, y acostumbraba confesar sus pecados al sacerdote. En su nuevo hogar; afrontó el problema de que no podía confesar sus pecados en inglés. El problema pronto se convirtió en una crisis. Un día supo que había un sacerdote que hablaba los dos idiomas y, después de dar con él, lo convirtióen su confesor.
Pero un día se encontró con la noticia de que su confesor había sido transferido a otra parroquia y el problema se presentó de nuevo. No tenía a quién confesarle sus pecados.
Pequé: ¿Será que Dios me perdona?
Isaías 43: 25 “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. Es increíble, pero cierto, hay personas que luego de haberse rendido a Jesús y pedido por el perdón de sus pecados, aun tienen dudas si realmente Dios los perdono o no.
Y es entendible desde el punto de vista humano, ya que para nuestra mente humana es difícil asimilar un perdón TOTAL, ese que no tiene “peros” ni “condiciones”, ese perdón que nada mas puede nacer de un ser divino como nuestro Dios.
Y el problema más que todo se da, luego de comenzar tu caminar con el Señor. Tu vida ahora es diferente porque caminas con Dios, las cosas las vez de diferente manera y ahora hay un sentido para tu vida.