El poder del perdón
¡Perdonado!
Una montaña de pecados destruídas
El misionero se estaba esforzando en hacer comprender a los míseros nativos de aquella aldea africana, como el poder de la sangre de Jesús basta para limpiarnos de todos nuestros pecados, sin adición de dogmas ni ceremonialismos.
Al fin, una mujer se acercó a él, y con pena le confesó: «Señor, pero mis pecados son tantos como la arena en la ribera del mar. ¿Puede Jesús borrarlos todos?».
Las cintas en el manzano
Con la apariencia de preocupado un joven viajaba en tren. Había estado en la cárcel y ahora iba de camino a su casa. Su condena había traído vergüenza a su familia; nunca lo habían visitado y solo unas pocas veces le habían escrito, aún así él esperaba que lo hubieran perdonado.
Para aliviarle la cosa, les propuso en una carta que pusieran una señal, la cual pudiera ver desde el tren al pasar por la pequeña casita, esto, para saber como se sentían con él.
El mejor pegamento del mundo
Se cuenta la historia de una señora que leyó en una revista el anuncio del mejor pegamento que jamás había salido al mercado. Al parecer dicho pegamento tenía todas las propiedades para arreglar cualquier cosa que estuviera rota. Emocionada por la noticia la dama solicitó la muestra gratis que se ofrecía con la idea de probar el pegamento y luego adquirir algunas botellas del mismo.
Varios días más tarde llegó a vuelta de correo un sobre en el cual se encontraba la muestra solicitada. Cuando la dama lo abrió una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro.
Perdónalos, porque no saben lo que hacen
Era un episodio casi increíble, el Hijo de Dios yacía clavado en un madero a la vista de muchos, humillado, azotado y en sus últimos minutos de vida. Es increíble que al hombre que habían recibido con palmas y cantos, ahora estuviera muriendo como el peor de los malhechores.
Si, ese era Jesús el Hijo de Dios, tomando el lugar que te correspondía, ese lugar que no tenia nada que ver con su forma de vida, ese lugar que denotaba la baje a la que habíamos llegado al matar a un hombre sin mancha ni pecado.
Consciente de lo que es la gracia
Simón era un joven canadiense que necesitaba dinero para hacer frente a su adicción a las drogas, pero ¿cómo ganarlo a los 17 años de edad? Se puso a vender la droga él mismo. Dos condenas no pusieron fin a su narcotráfico.
Al cumplir 18 años fue invitado a una reunión: allí oyó el evangelio y comprendió que Dios lo había amado hasta dar a su propio Hijo. Ante Dios reconoció todo el mal que había cometido; la paz lo invadió y fue liberado de su antigua vida.
Pero debía ser juzgado por tercera vez. Ya era mayor de edad y tenía miedo; sabía que esta vez merecía una severa pena de prisión.
Perdónate a tí mismo
Una señorita emigró a los Estados Unidos. En su Cuba natal había sido una católica muy devota, y acostumbraba confesar sus pecados al sacerdote. En su nuevo hogar; afrontó el problema de que no podía confesar sus pecados en inglés. El problema pronto se convirtió en una crisis. Un día supo que había un sacerdote que hablaba los dos idiomas y, después de dar con él, lo convirtióen su confesor.
Pero un día se encontró con la noticia de que su confesor había sido transferido a otra parroquia y el problema se presentó de nuevo. No tenía a quién confesarle sus pecados.
Cuanto daño hace no perdonar
El tema del día era el resentimiento y el maestro nos había pedido que lleváramos papas y una bolsa de plástico. Ya en clase, elegimos una papa por cada persona que guardábamos resentimiento, escribimos su nombre en ella y la pusimos dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas.
El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con nosotros a todos lados esa bolsa con papas. Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo, y el fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento me mostró claramente el peso espiritual que cargaba a diario y cómo, mientras ponía mi atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendía cosas que eran más importantes para mí.