Refinado como la plata.

Hace algún tiempo, algunas señoras se reunieron en cierta ciudad para estudiar la Biblia.

Mientras que leían el tercer capítulo de Malaquías, encontraron una expresión notable en el tercer versículo: «y El se sentará como un refinador y purificador de la plata”  Malaquías 3:3.

Una de las señoras propuso visitar a un platero y reportarles

Una recontrucción física, moral y espiritual.

La novia entró como todas las novias: vestida de blanco, feliz, radiante, emocionada. Ante el altar la esperaba su novio, con gran expectación, ansiedad y amor. Y los invitados, los parientes, el clérigo, todos sentían una emoción excepcional. Estas eran unas nupcias especiales.

La ceremonia transcurrió como de costumbre, aunque sí había una diferencia. El novio no pudo ponerle el anillo acostumbrado a la novia.

El capullo.

Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder verla cuando saliera del capullo. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por hacerlo mas grande para poder salir.

El hombre vio que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció

Plumas en el camino.

Un hombre empezó a esparcir rumores sobre uno de sus vecinos. En pocos días, todo el vecindario conocía los chismes, que no tardaron en llegar a oídos de la persona involucrada. Por supuesto ella se ofendió mucho y quedó muy dolida.

Con el tiempo, la persona que empezó a esparcir los rumores descubrió que lo que  había echo era completamente falso. Buscando resarcirse de su error,

La importancia de perdonar.

En un descuido, un elefante le pisó una patita a la hormiga con la que conversaba amigablemente.

– !Ay! – gritó la hormiga – !Ten cuidado donde pisas!
– !Oh! Lo siento. Perdóname – dijo el elefante.
– Con disculpas no se arreglan las cosas. Mira mi patita.
– Por favor, discúlpame. Fue sin querer – suplicó el elefante.

El reo.

Un anciano que vivía solo, quería (como todos los años) plantar patatas en su patio de atrás, pero arar la tierra era un trabajo demasiado pesado para un hombre de su edad.

Su único hijo, José Ángel, quién solía ayudarlo, estaba preso por homicidio. El anciano decidió escribirle una carta a su hijo, explicándole su problema:

Querido José Ángel:

La maestra.

Cuando yo era capellán del ejercito atendí a un soldado moribundo, al cual yo conocía, y le pregunté si quería enviar a su madre algún mensaje conmigo. Me contestó:

-Sí. Por favor dígale que muero con toda felicidad.

Le pregunté otra vez si quería algo más, y me dijo:

El centavo.

Un niñito que jugaba un día con un jarrón muy valioso metió su mano dentro y no pudo sacarla. Su padre también trató lo mejor que pudo, pero en vano. Estaban pensando ya en romper el jarrón cuando el padre dijo:

-Ahora, hijo mío, tratemos una vez más. Abre tu mano y estira tus dedos como me ves, y entonces sácala.

El hot-dog.

En una víspera de Navidad, un exitoso hombre de negocios se apuraba a llegar a la carnicería antes de que cerraran.

-¿Va a comprar su pavo de Navidad? – preguntó un amigo.

-No. Hot dogs – respondió el hombre.

Después explicó cómo, años atrás, un fracaso rotundo en sus negocios le había quitado toda su fortuna.