¿Dónde están tus manos?

Cuando observo el campo sin arar, cuando los aperos de labranza están olvidados, cuando la tierra está quebrada y abandonada, me pregunto:
¿DONDE ESTARÁN LAS MANOS DE DIOS?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero y del campesino, carentes de recursos para defender sus derechos, me pregunto:
¿DONDE ESTARÁN LAS MANOS DE DIOS?

Las manos de Dios

Una niña de seis años hizo un dibujo para su papá y se lo mostró con el rostro radiante. En la parte superior de la hoja estaba pintada una persona y en la parte inferior había otra persona; ambas estaban unidas por largas líneas.

El padre miró pensativo el dibujo, pero no lo entendió. La decepción de la pequeña fue notoria, pero pacientemente explicó a su padre: «Papá, arriba está nuestro amado Dios y abajo estoy yo».

Un adelanto del cielo.

Ocurrió durante un mes de voluntariado en las vacaciones de verano. Cuando llegamos a Nairobi (Kenya) nos preguntábamos cómo nosotros, inexpertos universitarios, podríamos ayudar en aquella África sucia, polvorienta y calurosa.Quizá arreglando tejados…, pero no teníamos experiencia en construcción.Quizá pintando un colegio… pero no sabíamos de pintura. Lo que sí teníamos claro era nuestra intención de darnos totalmente a los demás. Sin embargo, recibiríamos mucho más de lo que logramos dar

Las manos fuertes de Dios.

En Génesis, parece que casi toda persona y familia que allí se mencionan es disfuncional. El texto está lleno de relatos de celos, ira, violencia y engaño, y dejan una estela de relaciones dañadas. Incluso Noé, Abraham, Isaac y Jacob -alabados como héroes de la fe en Hebreos 11- muestran un carácter defectuoso y caídas espirituales. Pero Dios nunca les deja así.

Con mi corazón y mis dos manos.

Meditaba en su salón de estudio un predicador, buscando una ilustración sobre el amor.
De pronto entró en el cuarto su hijita pequeña, diciendo:
-Papá, siéntame un poco sobre tus rodillas.
-No, hijita, no puedo ahora; estoy muy ocupado -contestó el padre.
-Quisiera sentarme un momento en tus rodillas, súbeme, papá -dijo ella.