En los brazos de Dios
No creamos que sólo cuando se es niño se puede tener el consuelo de unos brazos que nos alcen cuando nos sentimos tristes o tenemos miedo. Pensemos que aún siendo adultos, esos brazos se extienden para contenernos en los peores momentos.
Para un niño no hay consuelo mayor que los brazos de sus padres. Si se caen, se lastiman, si un juguete se rompió o alguien les dijo algo feo, si se asustaron o les duele algo, el mejor lugar, el más cálido, son los brazos de papá o mamá.
Parecería ser que hacerle upa a un hijo fuera un acto mágico.
Un amigo que dura.
Una Señorita tenía un perro al que quería mucho; pero un día el animal enfermó y al poco tiempo murió.
La muchacha se puso muy triste ; se sentía muy sola sin su perro, pero en eso llego una amiga a quien ella amaba con todo su corazón, y en su compañía se sintió contenta;, se consoló de la perdida del perro que había sido su fiel guardián; pero la amiga contrajo una grave enfermedad que le costo la vida, y la aflicción de la muchacha fue tan grande que ni hallaba consuelo.
Para distraerse un poco salía a su jardín donde tenia un rosal muy hermoso, para colmo de su tristeza noto que su planta estaba marchita y seca.
Amor en cajita de leche.
Dos hermanitos en puros harapos, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina. Estaban hambrientos: “vaya a trabajar y no molesten”, se oía detrás de la puerta; “aquí no hay nada, pordiosero…”, decía otro…Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños…
Por fin, una señora muy atenta les dijo: “Voy a ver si tengo algo para ustedes…