Gracias por no quejarse.

En un viaje que hice recientemente estaba sentado detrás de dos niños pequeños que no estaban nada contentos de estar en aquel avión. Sus llantos de queja llenaban la cabina.

Justo antes de despegar, una azafata se detuvo junto a ellos y les dijo con una gran sonrisa: “¿De qué se trata todo este quejido?” Luego de hacerle gracia al irritable niño de 3 años y a su hermanita por unos minutos, la azafata se inclinó y les susurró muy seriamente: “Debo recordarles que en este vuelo no se permiten las quejas.”

¿Tienes tiempo de leerlo?

Aún no llego a comprender como ocurrió, si fue real o un sueño.  Solo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la mano.  El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear…

En algún lugar entre la semi-inconciencia y los sueños, me encontré en aquel inmenso salón, no tenia nada en especial, salvo una pared llena de tarjeteros, como los que tienen las grandes bibliotecas.