Obedecer a Dios

“Aconteció en aquellos días,  que Jesús vino de Nazaret de Galilea,  y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego,  cuando subía del agua,  vio abrirse los cielos,  y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado;  en ti tengo complacencia.” Marcos 1:9-11

En la vida obedecemos a un montón de personas, a nuestros padres, abuelos, tíos, a nuestros maestros, jefes de trabajo, a nuestro cónyuge, etc., también obedecemos a nuestras emociones, la ira, el temor, la alegría, etc.

La alegoría del pámpano podado

Un vigoroso pámpano de una noble vid crecía sobre la parte superior de un alto muro, y se decía: «Aquí estoy por encima de los demás pámpanos y, por supuesto, se puede esperar que de mí crezca un fruto extraordinario.»

Así que se estiraba y se extendía cada vez más hasta que estuvo tan alto que oyó decir al  jardinero:-¡Bien, bien!, ya llegará su hora.
-Sí, es cierto, se dijo el pámpano, sin duda ya llegará mi tiempo aquí arriba.

Pequeños.

Una vez un grupo de tres hombres se perdieron en la montaña, y había solamente una fruta para alimentarlos a los tres, quienes casi desfallecían de hambre.

Se les apareció entonces Dios, y les dijo que probaría su sabiduría y que dependiendo de lo que mostraran les salvaría.
Les preguntó entonces Dios, qué podían pedirle para arreglar aquel problema y que todos se alimentaran.
El primero dijo:  «Pues aparece más comida».