El ciego, el enfermo y el muro
Dos hombres, gravemente enfermos, compartían el mismo cuarto en un hospital. A uno de ellos lo hacían sentar una hora por día recostado en su respaldo para favorecer un drenaje. Su cama daba a la única ventana del cuarto. La cama del otro, en la otra extremidad quedaba al margen de toda posibilidad de ver hacia afuera.
Los enfermos, tanto como podían, pasaban horas conversando desde sus camas, evocando sus familias, sus trabajos, sus amigos, sus viaje
¿En qué estado está tu corazón?
El Señor no mira lo que mira el hombre;pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7.
Un enfermo que pasó por una grave operación cardiaca contó: –Parecía estar bien de salud. Exteriormente todo iba bien, pero sin que lo supiera, estaba aquejado de una grave enfermedad, un aneurisma.
Visitando al enfermo.
Estando un obispo de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur a bordo del vapor «New Orleans» vio una noche a un hombre ir fugitivamente a cuarto, abrir y cerrar la puerta precipitadamente, pasando algo al interior pero sin entrar. Sospechó que era un caso de fiebre amarilla y después de instar a los oficiales del buque se le informó que se trataba de un sacerdote católico que había contraído esa espantosa enfermedad.
Insistió en que se le dejara entrar al cuarto y cuando abrió la puerta, el repugnante olor del cuarto lo detuvo por un momento.