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La mejor ofrenda
Un judío pobre una vez fue al templo sin cordero, ni palomas, ni harina para sacrificar. Se quedó afuera avergonzado, y oyó cantar esta parte del Salmo 51: “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios…” Esto es lo que tenía ese judío, y entró. “Bendito seas”, dijo el venerable rabí,” son pocos los que vienen con tal ofrenda”.