La zarza

No era jazmines ni orquídeas, tampoco una perfumada rosa, no era un almendro en flor, tampoco un olivo lleno de frutos, ni siquiera alguna planta aromática como el tomillo o romero.

Allí estaba en medio del desierto, había crecido desprotegida, los fuertes calores la abrazaban, el viento la sacudía con fuerza, los crudos inviernos la cubrían con un manto de nieve, si ella pudiera hablar nos diría así: ¡Que aislada estoy de la sociedad! no crecí en el palacio del rey para que me cuidaran, nunca he pasado por las manos de un experto jardinero para que me hermosee.