Obedecer a las consignas

En mi lugar de trabajo se hallan dos edificios que son limpiados por dos mujeres. A menudo una de ellas se queja de su jefe, diciendo: ¿Por qué no prohibe a la gente trabajar cuando hago la limpieza?. También se queja del personal: ¿Por qué no pasan por otros corredores cuando acabo de limpiar?

La otra, en cambio, siempre está muy sonriente y realiza su trabajo según las órdenes dadas. Su edificio siempre está limpio. Estas dos mujeres me hacen pensar en dos categorías de personas. Una, la más numerosa, siempre discute contra su jefe supremo, su Creador: ¿Por qué Dios me envía esta prueba? ¿Por qué permite esa masacre de inocentes? La otra al contrario, no discute, sino que confía en su Maestro y le obedece.

Pertenecemos a la esfera de la creación. Sólo nuestro Maestro tiene la facultad de organizarlo todo. Nuestra responsabilidad es confiar en él y obedecerle para que todo funcione armoniosamente.

Como un empleado subalterno no tiene bastante información para juzgar las decisiones de su patrón, asimismo el hombre no puede comprender todo lo que el Señor hace.

He aquí dos consignas muy claras de nuestro Creador: «Dios…ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientas» (Hechos 17:30)
«El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, ino que la ira de Dios está sobre él» (Juan 3:36)

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