Cuenta la historia que una vez llegó al pueblo Sin Luz una familia un tanto particular, la familia Invisibles. Tenían la maravillosa capacidad de hacerse invisibles para protegerse de los males y peligros de andar por el mundo. Con el tiempo, por miedo o tal vez por comodidad, dejaron de hacerse visibles, de modo que, cuando llegaron al pueblo nadie los vio llegar, desde luego. Pronto se hicieron conocer, pues aparecían en el almacén o en la plaza, saludando de una manera muy gentil a todos, y dando más de un susto a quienes escuchaban el saludo, pero no veían a quien los saludaba.
La gente pronto se fue acostumbrando a ellos y se fueron haciendo a la idea de que entre ellos habitaban esos seres aparentemente maravillosos (aunque todavía le daban algún que otro susto a alguno que, desprevenido, era saludado por ellos en la calle). La familia pronto empezó a contarles a los demás sobre un mundo mejor, el mundo de dónde la familia venía. Les decían, además, que ellos eran muy felices y que se amaban entre ellos y que amaban a todos, que eran muy felices de estar entre ellos. La gente del pueblo envidiaba la felicidad de las que los Invisible les contaban, pero había algo que no andaba bien.
Aunque escuchaban las voces de los Invisibles y entendían su mensaje de amor y felicidad, la gente no podía saber si eso era cierto o no, porque no veían las sonrisas de ellos, ni sus miradas compasivas, y aunque la familia les aseguraban que ellos lloraban las tristezas de los demás, nadie nunca había visto sus lágrimas. Otros fueron incluso abrazados por alguno de los miembros de la familia, pero sólo sintieron la fuerza mecánica del abrazo, sin ver el rostro sonriente en un abrazo de gozo, o la mirada compasiva en un abrazo de consuelo. Simplemente no veían con sus ojos las cosas que la familia Invisible proclamaba.
Ese estado de cosas hizo que de a poco la gente fuera ignorando, primero el mensaje de los Invisibles, y luego a la familia misma ¿De qué valía prestar atención a gentes que se ocultaban en su invisibilidad, que proclamaban un mundo mejor que sólo era apreciable para ellos mismos?
Su voz todavía se escuchaba, pero la gente se fue acostumbrando a esa voz y su mensaje, de tal modo que esas voces pronto fueron asimiladas por las otras voces y ruidos del pueblo.
Los Invisibles se dieron cuenta que ese manto protector que era su invisibilidad les hacía imposible relacionarse con la gente y compartir con ellos su felicidad. Por lo que decidieron hacerse ver entre la gente. Como hacía muchas generaciones que esto no pasaba, les costó un poco, y al principio se sintieron vulnerables, como desnudos ante un mundo que ahora los notaba. Pero fue un riesgo que valía la pena.
La gente vio en ellos a personas corrientes y comunes, pero como ahora su amor y su felicidad eran visibles, la gente pronto anheló lo que ellos tenían. Las sonrisas y lágrimas de los ahora Visibles no eran algo que se relataba, sino realidades vistas por todos. Sus sonrisas y sus lágrimas animaron y consolaron a todos en el pueblo. La gente vio que la esperanza de la que antes habían oído, era algo que los Visibles vivían día a día a pesar de que tenían problemas como todos. Sus abrazos son ahora más que un movimiento mecánico, pues son abrazos con miradas que reflejan el gozo o la emoción que el momento requiere.
Algo cambió en el pueblo Sin Luz el día en que los Invisibles se hicieron Visibles.
Algo cambiará en tu mundo cuando los demás vean en tí aquello de lo que tanto les has hablado.