El invierno había sido largo en Michigan y mi niña de 3 años se había olvidado de las tormentas. Por eso se asustó mucho una tarde de primavera cuando el cielo se puso oscuro, se vieron relámpagos, se oyeron truenos y llovió a cántaros. Se subió en las piernas de su papá, quien la tranquilizó diciendo que Dios sabe todo respecto a las tormentas. Su papá usó la ocasión para hablarle del impresionante poder de Dios.
El Salmo 97:1-6 también usa la imagen de una tormenta para ilustrar las poderosas obras del Señor. El escritor pinta una escena de nubes que se mueven, relámpagos dentados y fuertes truenos para describir el poder de Dios. Las nubes espesas y oscuras que ocultan el sol me recuerdan que el hombre no puede soportar una visión plena de la gloria de Dios (v.2). En el
relámpago veo una representación de la ira de Dios sobre sus enemigos (vv.3-4). En todas esas fuerzas de la naturaleza, veo la gloria de Dios (v.6).
Todos hemos testificado el poder de una tormenta. Y a veces nos da miedo. Pero cada tormenta que atraviesa los cielos puede recordarnos grandes verdades: Dios es imponente en su poder, juzga a sus enemigos, y su gloria llena la tierra.
Entonces, cuando venga la próxima tormenta, junto con el salmista alaba a Dios por su maravilloso poder y majestad. Ve a Dios en la tormenta.
CUANDO CONFIAMOS EN DIOS, SU PODER NO ES PELIGROSO, SINO CONSOLADOR.
(Lucas 8:25) Y El les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Pero ellos estaban atemorizados y asombrados, diciéndose unos a otros: ¿Quién, pues, es éste que aun a los vientos y al agua manda y le obedecen?
Fuente: Entrecristianos.com