El compositor Jorge Federico Haendel estaba en la bancarrota cuando en 1741 un grupo de organizaciones de caridad de Dublín le encargó componer una obra musical. Era para un acto de beneficencia en el que se recaudarían fondos para liberar a hombres de la cárcel por deudas. Aceptó el encargo y se entregó sin desmayo a su composición.
En tan sólo 24 días, Haendel compuso la famosa obra maestra El Mesías, la cual contiene «El Coro del Aleluya». Durante ese tiempo, jamás salió de su casa y a menudo estuvo sin comer. En algún momento, un sirviente lo encontró gimiendo sobre las partituras que estaba elaborando. Al narrar su experiencia, Haendel escribió: «Si estaba en mi cuerpo o fuera de mi cuerpo cuando lo escribí, no lo sé. Dios lo sabe». Posteriormente también dijo: «Creo que vi a todo el cielo delante de mí y al mismo gran Dios».
Cada vez que lo escucho, «El Coro del Aleluya» conmueve mi alma, y estoy seguro que la tuya también. Pero asegurémonos de hacer más que tan sólo admirarnos ante dicha música magnífica. Abramos nuestros corazones con fe y adoración al Mesías prometido en el libro de Isaías (Isaías 9:1-7). Él ha venido a nosotros en la persona de Jesucristo para ser nuestro Salvador. «Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro» (v. 6).__ VCG
Reflexión: El regalo más elevado de Dios despierta nuestra más profunda gratitud.
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