El pequeño Carlos estaba haciendo todo lo posible para ahorrar dinero para comprarle un regalo a su madre. Era una lucha terrible, pues cedía fácilmente a la tentación de comprar golosinas al hombre de los helados siempre que la camioneta de colores brillantes llegaba al vecindario.
Una noche, después que su madre lo metió a la cama, lo escuchó orando: Por favor Dios ayúdame a no salir corriendo cuando venga mañana el hombre de los helados. Incluso a su temprana edad, este niño había aprendido que una de las mejores formas de vencer la tentación es evitando lo que apela a nuestras debilidades.
Todos los creyentes se sienten tentados a pecar. Sin embargo, no tienen por qué ceder. El Señor proporciona la manera de ser victoriosos sobre las seducciones del mal (1 Corintios 10:13). Pero nosotros debemos hacer nuestra parte. A veces eso implica evitar situaciones que contribuirían a nuestra derrota espiritual.
El apóstol Pablo amonestó a Timoteo para que huyera de los malos deseos de la juventud (2 Timoteo 2:22). Él debía mantener la distancia de las tentaciones que podían hacerlo caer a causa de su fuerte atracción.
Ese es un buen consejo. Si es posible, nunca deberíamos permitirnos estar en los lugares errados ni con personas que nos vayan a tentar a hacer las cosas que deberíamos evitar.
Cerciórate de huir del hombre de los helados.
CAEMOS EN LA TENTACIÓN CUANDO NO HUIMOS DE ELLA.
Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro. 2 Timoteo 2:22