El juez y el preso

El juez y el preso

Un juez iba a liberar a un preso de la cárcel, por lo que hizo pasar a uno por uno a una “entrevista” con él para ver quien merecía ser liberado. Al preguntar al primero por que estaba allí este dijo: - “Estoy aquí porque me calumniaron y me acusaron injustamente” Llamó al segundo y este contestó: - “Estoy aquí porque dicen que robé, pero…
La pelota en la ventana

La pelota en la ventana

Pepito se puso a jugar con su pelota en un patio cerca del vecindario. Gritaba gol cada vez que disparaba muy fuerte. La Sra. Catty, la vecina, le dijo que debía tener cuidado porque su ventana estaba cerca del patio. Después de 10 minutos, su pelota fue a caer en la ventana de la vecina. La Sra. Catty salió corriendo de la casa. ¡Pepito, mira…

Soneto de la esperanza

En esta hora apacible, Señor, a Tí yo ruego que tu misericordia derrames con perdón de las innumerables faltas que sabes tengo, y me limpies por siempre de toda imperfección ... Señor, guárdame alerta para poder librarme de toda incertidumbre en relación a Tí, que en mi interior Tu augusta presencia esté palpable a la chispa divina que Tú pusiste en mí ... Y que…

No lo vemos

Esta es la inspiradora historia del ciego Bartimeo. Aquí se ven las peculiaridades de la historia de los Evangelios. En Mateo 20:29 dice que eran dos ciegos. Pero aquí y en Lucas 18:35 dice que era uno solo. Nuestro texto de hoy proporciona una valiosa información. Dice que el ciego se llamaha Bartimeo.

Hay quienes aseguran que esa palabra significa “hijo de Timeo”, es decir, “hijo de un ciego”. El ciego Bartimeo era hijo del ciego Timeo.

Decir todo a Dios

Yo me había acostumbrado a visitar regularmente a una cristiana, viuda desde hacía un año, que vivía en una modesta granja. Tenía dos hijos: el mayor estaba casado y vivía bastante lejos. El segundo, Lucio, vivía con su madre y parecía no poder defenderse sin su ayuda.

La muerte del padre había sido terrible para este hijo. Cierto día la madre me comunicó llorando que tenía cáncer. No temía morir, porque sabía que entraría en el eterno descanso, pero estaba preocupada por su hijo, cuya tristeza y desasosiego serían inmensos.

¿Qué decir en semejante circunstancia?   ¿Dónde buscar consuelo, sino junto al «Padre de misericordia y Dios de toda consolación»? (2 Corintios 1:3). Entonces confiamos nuestra tristeza a Dios, seguros de que nos escucharía y contestaría. Dios se llevó a esta creyente dos meses más tarde.

Visita al circo.

Cuando yo era adolescente, en cierta oportunidad estaba con mi padre haciendo fila para comprar entradas para el circo. Al final, solo quedaba una familia entre la ventanilla y nosotros. Esta familia me impresionó mucho. Eran ocho chicos, todos probablemente menores de doce años. Se veía que no tenían mucho dinero.

La ropa que llevaban no era cara, pero estaban limpios. Los chicos eran bien educados, todos hacían bien la fila, de a dos detrás de los padres, tomados de la mano.