La trampa del desánimo

Podemos dejar que la tristeza abrume nuestras almas, o enfrentar la situación con valentía y someterla a Aquel que puede ayudarnos.

Vivir en el desánimo divide a la mente, haciendo difícil concentrarse en algo que no sea nuestro dolor. Entonces la ira se convierte en habitual, y buscamos a alguien a quien culpar —ya sea a Dios, a las personas a nuestro alrededor, o a nosotros mismos.

La frustración que no se maneja bien puede convertirse en depresión, lo que a su vez puede alejarnos de los demás