Sobre sus hombros.

A nuestra familia le gusta dar caminatas y en dichos trayectos hemos tenido algunas grandes aventuras juntos. Pero, cuando nuestros hijos eran pequeños, nuestro entusiasmo nos hacía caminar demasiado rápido y demasiado lejos, y, a menudo, las piernas de los pequeños se agotaban. No podían mantener el paso, a pesar de sus determinados esfuerzos y de que les asegurábamos que el final del camino se encontraba tan sólo al otro lado de la siguiente colina.

«Papá -venía la petición lastimera, seguida de brazos levantados-, llévame». «Por supuesto», respondía yo, y levantaba al niño sobre mis hombros. Él no era una carga, porque era pequeño y ligero.

Cuán a menudo, al igual que mis hijos, me he agotado y el fin de mis esfuerzos ni siquiera estaba a la vista. Ya no podía mantener el paso o cumplir la tarea. Pero estoy aprendiendo que puedo volverme con los brazos levantados hacia mi Padre celestial, quien camina a mi lado y puedo pedirle que me cargue.

Sé que Él me pondrá sobre Sus hombros, tal y como el pastor llevó a la oveja que se perdió (Lucas 15:5). Él me cargará gozoso todo el día, por cuanto soy pequeño y ligero; no soy una carga para Él. Allí encontraré descanso, por cuanto, «el amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre Sus hombros morará» (Deuteronomio 33:12).