Si no tienes nada que dar, por lo menos da aliento.

Un atleta participaba en una maratón, lejos de su país de origen y sin nadie de su familia que le acompañara. Estaba fatigado, sentía que sus últimas fuerzas solo le permitirían avanzar unos pasos más; de repente, escuchó varias voces que le gritaban: ¡Animo! ¡Adelante! ¡Bravo! seguido de varios aplausos.

El sintió que una fuerza extraña se apoderaba de si, y arremetió los últimos metros que le faltaban ganando así la carrera. Tal vez estés hoy como ese atleta, o tal vez hay cerca de ti alguien que necesite palabras de aliento y seas tú el instrumento para ayudarle: Animo, Adelante, el terreno es corto y las fuerzas que vienen de Dios son más grandes que las circunstancias.

¿Eres de los que anima a otros a alcanzar sus metas? ¿Eres de los que desmotivan con pesimismo a los demás?