Una de las mejores ayudas para vencer el descontento es saber que Dios desea que tú seas tu mismo y no que trates de ser otro.
Según una antigua parábola japonesa, había un picapedrero japonés llamado Hashmu que era pobre y a veces refunfuñaba por sus tareas agotadoras. Un día, mientras estaba desmenuzando una piedra, llegó el emperador montado en un hermoso caballo. «¡Qué maravilloso sería si yo pudiera ser el emperador!», pensó Hashmu. Y estando aun las palabras en su mente, una voz dijo: «¡Sea Hashmu el emperador!» Inmediatamente se convirtió en emperador.
Al seguir cabalgando, empezó a sentir el calor del sol. Después decidió ser el sol, y se convirtió en el sol, pero cuando las nubes le impidieron brillar sobre la tierra, pidió ser una nube. Se convirtió en una nube y regó los campos con lluvia. El agua arrastró todo con excepción de una gran roca que estaba en el río. Por lo tanto, Hashmu pensó que era preferible convertirse en una roca, pero cuando un hombre comenzó a cincelarlo con sus herramientas, decidió que quería ser hombre. Y una voz dijo: «¡Hashmu, sé tú mismo!» De modo que Hashmu volvió a tomar sus instrumentos de trabajo y reanudó contento sus tareas.
«¡Sé tú mismo!» Esto es lo que Dios espera de ti, y es el camino para la felicidad. Dios nos ha hecho a todos diferentes porque quiere que cada uno ocupe determinado lugar y realice una obra determinada en la vida. Si imitamos a otros, o deseamos sus responsabilidades, no cumplirnos con nuestra parte especial en el plan de Dios.
El estar contento con nosotros mismos y con nuestra misión en la vida debe estar acompañado por la piedad. ¿Qué es la piedad? Llegar a ser semejantes a Cristo entregándonos a é1. Con el Salvador en nuestro corazón, no estaremos más consumidos por el deseo de tener la autoridad, la individualidad o las riquezas de otros.