El recorrido de Belén hasta Egipto supuso varios días de penosa marcha. Fueron muchos los kilómetros que tuvieron que caminar para llegar al sitio señalado por Dios. El Señor podría haberlos protegido sin hacer el largo y agotador viaje. Dios podría haber evitado en Belén que la mano asesina de Herodes alcanzara a su Hijo y lo matara antes de tiempo.
Al leer la historia de la huida de José y María junto con el niño Jesús a Egipto, se sucitan algunos interrogantes: ¿Podía Dios haber salvado la vida del niño en Belén? ¿Podría haberlo defendido de las intenciones malignas de Herodes, sin necesidad de realizar un viaje tan penoso? Claro que si. Dios es más poderoso que cualquier amenaza terrenal. Las más poderosas armas son como briznas de paja delante de él. No hay nada que él no pueda hacer. Con su poder, las murallas de Jericó cayeron como telarañas. Y cuando quiere proteger a los suyos, las telarañas son como murallas. No necesitamos preguntar lo que Dios puede hacer o podría hacer, sino lo que realmente desea hacer.
Creo que Dios deseaba que Jesús fuera a Egipto por varias razones:
• Deseaba mostrar que, desde el mismo comienzo, la senda que Jesús recorrería seria una senda de persecución.
• Quería enseñar que podía proteger a su Hijo y que nada le sucedería, a menos que él lo permitiera.
• Jesús tenía que vivir en Egipto porque Dios quería mostrar que allí donde su pueblo había vivido centenares de años antes, en esclavitud y adversidad, el Rey del cielo viviría para mostrar su solidaridad con su pueblo. Quería enseñar que, al igual que su pueblo, él también experimentaría el dolor y el sufrimiento en tierra extranjera. Quería tener la misma experiencia para mostrar que se identifica en todo con los suyos. Estaba dispuesto a vivir la historia de su pueblo en su propio cuerpo.
La huida a Egipto no se debió a una ciega casualidad, sino al cumplimiento de una profecía y de un plan divino. ¿Qué mensaje nos deja todo esto a nosotros hoy? Dios desea que entendamos que él es uno con su pueblo, tanto en su sufrimiento como en el gozo. Él está con su pueblo, se mueve con él, viaja con los suyos en la peregrinación del Egipto de este mundo a la Canaán celestial.
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