* Juan era un adolescente. Se sintió muy solitario. No estaba en casa porque sus padres se habían separado. El se había ido a la ciudad, esperando confiadamente en hallar amigos. Su dinero casi todo lo había gastado. Buscaba trabajo, pero le fue difícil conseguirlo. El trato de hallarse amigos; pero parecía que a nadie le importaba.
-¡Nadie me ama!- lloró con desesperación.
* Paulina era de un buen hogar. Tenía todo lo que necesitaba. Su familia no era rica; pero tampoco era pobre. Sus padres eran religiosos. Ellos creían en Dios y asistían a los cultos cada domingo. Parecería que Paulina fuera feliz, pero no lo era. No había encontrado la paz con Dios, ella tenía un carácter fuerte y resuelto. Cuando alguien se le oponía en cualquier cosa, se rebelaba. Ella se sentía infeliz y una noche en desesperación; lloró como Juan:
-¡Nadie me ama!-.
* Ricardo era de un hogar rico, sus padres tenían de todo. Tenían una casa fina, abundancia de entretenimiento, muchos convidados y mucha diversión. Ricardo asistió a los mejores colegios y universidades y recibió títulos muy joven. Consiguió un buen trabajo, manejaba un flamante coche, y podía salir con cualquier chica. Era joven: la vida estaba llena de cosas para él. ¿Qué más desearía uno como Ricardo? El tenía de todo, sin embargo, no poseía nada duradero. Todas sus diversiones terminaban muy pronto. Una noche se sentó sobre sus cama y lloro porque estaba solo y cansado de la vida, sollozando se dijo entre sí:
¡Nadie me ama, ni aún mis padres!-¡debe haber más en la vida que esto!”
Estos son sólo tres ejemplos. El mundo está lleno de gente solitaria, los ricos, los pobres y la clase media se sienten solos. La vida para ellos es desdichada porque se sienten solos- como si nadie se preocupara por ellos.
Si tú te has sentido así, te damos buenas noticias: ¡Dios te ama! El pecado es lo que hace al corazón sentirse abatido. Pero Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo.
Jesús vino a la tierra, vivió su vida, luego murió en la cruz por nuestros pecados, resucito de los muertos y volvió al cielo.
No digas: Nadie me ama. Si buscas a Dios de todo corazón tú veras que “amigo hay mas unido que un hermano”.
¡Jesús te ama!