Cierta mañana decembrina, me detuve en un restaurante de una clínica para desayunar con una amiga. Veníamos de acompañar a una amiga mutua que estaba en su tratamiento de quimioterapia y la habíamos dejado en su casa reposando.
Iba charlando con mi amiga, cuando dirigí mi mirada hacia una de las mesas del lugar y vi aquel cuadro que conmueve al de más duro corazón, era una joven mujer con su cabeza cabizbaja, apoyada sobre su mano y por cuyas mejillas corrían lágrimas vivas, a su lado en otra silla estaba una niñita de cuatro o cinco añitos con su cabecita posada sobre la mesa.
Inmediatamente me dirigí hacia ella como atraída por una fuerza de imán, lo que creo entender es solo la plena acción del amor de Dios que habita en los que le aman, lo que me llevó hacia ella.
Porque muchos habían salido y entrado del demandado lugar, y yo no soy una doctora, una enfermera, ni nada parecido para hacer un alto de rigor. Simplemente sé que son esos momentos especiales que te pone Dios para tocar a otros con manos humanas por Él, sin creer que soy la escogida, solo la despierta al guiño del ojo de un Ser Supremo.
Doblé mis rodillas colocándome en posición de cuclillas, para verle el rostro. Le tomé del brazo y le inquirí: “Amiga, ¿qué te pasa, por qué lloras? A lo que ella me respondió con voz quebrada: “Estoy triste porque mi hijita tiene fiebres alta hace días y los médicos no encuentran qué tiene y se la pasa así como usted la ve”.
Le di palabras de consuelo, de esperanza y de ánimo, de bendición, y no dejaba de llorar, luego le solicité si podía pedirle a Dios que sanara a su niñita, y asintió con gran deseo en su expresión. Me despedí y me retiré con mi amiga y no volví a mirar hacia allá como si se me hubiese olvidado el suceso.
Cuando nos disponíamos a salir del lugar se me atraviesa una niña corriendo, y viene una joven hacia mí; reconocí que era la joven madre y me dice: “Sabe, muchas gracias no tengo con qué pagarle, porque tenía muchas días que no veía a esta niña así contenta, y cuando la vio salir me preguntó, ¿Mami, ella es un ángel?” A lo que yo sonreí, y me despedí sin dejar de mirarlas una y otra vez.
AFNI
Una simple acción de obediencia, puede ser un canal para un milagro. Recuerda, Dios te ha escogido y llamado para ser canal de bendición. Cuando Dios te pida hacer algo por alguien no te detengas..Solo obedece, porque podría ser el primer paso para un milagro.