Las apariencias

Samuel preparó el cuerno con el aceite y salió de su casa, debía cumplir una orden ir a ungir al que sería el rey de Israel, tenía que ser preciso y no equivocarse.

Después de horas de camino llego a Belén a la casa de Isaí, el cual tenía varios hijos y de uno de ellos Dios se había provisto de rey. Le dijo a Isaí que tenia que ver a todos sus hijos, apenas le presentaron al mayor, lo vio alto, un mozo muy bien parecido y gallardo, así que pensó para sus adentros (este será), pero sintió la voz de Dios que le dijo: «No Samuel, no mires
su apariencia, este no es».

Siguieron pasando uno a uno hasta que pasaron los siete. Samuel estaba desconcertado, como podía ser, Dios le había dicho que uno de ellos era el elegido y habían pasado todos y ninguno era. «Isaí, ¿Estos son todos tus hijos? ¿No tienes mas?»

Bueno….Queda uno, respondió, pero es el más chico, acá no esta nunca porque es pastor de ovejas, está todo el día en el campo y no viene hasta entrada la noche, hasta que pone en resguardo a las ovejas en el corral, no se si habrá que ir por él.

«Que vaya alguien a buscarlo porque no nos sentaremos a la mesa hasta que el llegue» respondió Samuel. Cuando el pastorcito llegó a la casa no cabe duda que su ropa no era fina y suave, sino la típica que usaban en el campo, era una zamarra (prenda rústica hecha de piel) y un calzón ordinario, a pesar de los crudos inviernos o del sol abrazador del verano, su rostro era suave, dulce, y atractivo.

Cuando el joven pasó el umbral Samuel sintió la voz de Dios diciéndole al oído «Este es» y allí delante de su familia lo ungió, a partir de ese día Dios lo llenó de poder.

El rey David fue el más renombrado de todos los tiempos, un excelente músico, nos dejó muchos salmos los cuales hasta el día de hoy nos llenan de gozo, de confianza, de bienestar y esperanza.

No nos llevemos por las apariencias, porque nosotros vemos lo que esta delante de nuestros ojos, pero Dios mira el corazón.

Basado en 1ra. Samuel 16:7

Enviado por Mary Romero