D. L. Moody predicaba en cierta ocasión con respecto al valor de la Palabra de Dios en la vida del hombre. Repentinamente, fue interrumpido por la estentórea voz de uno de los concurrentes que dijo: –No creo ni una palabra de esas fábulas de viejas que usted dice que es la Biblia.
–Señor—replicó el orador–, hay un versículo en la Biblia que se verá obligado a creer: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. El hombre que siembra trigo, no recogerá patatas ni maní. Tomemos como ejemplo el cantinero: siembra borrachos y recogerá borrachos.
El hombre se sentó, en circunstancias que el auditorio aplaudió al orador. Moody naturalmente no conocía al hombre, pero sí los concurrentes a la conferencia. Se trataba de un conocido ateo, dueño de una cantina. Todos sus hijos, tanto varones como muchachas, eran borrachos”.