Una pequeña congregación en las faldas de las Montañas “Great Smokies” construyó un Nuevo santuario en un lote de terreno donado por un miembro de la iglesia. Diez días antes de que la nueva iglesia fuese inaugurada, el inspector municipal de la localidad le informó al pastor que la playa de estacionamientos no era lo suficientemente grande para el tamaño del edificio. Hasta que la iglesia doblase el tamaño de la playa de estacionamientos, no podrían utilizar el nuevo santuario.
Desafortunadamente, la iglesia con la playa de insuficiente tamaño había usado cada pulgada de su terreno excepto por la montaña contra la que había sido construida. Para poder construir más estacionamientos, tendrían que sacar la montaña fuera de su patio trasero. Sin amilanarse, el pastor anunció el siguiente domingo en la mañana que se reuniría esa noche con todos los miembros que tuviesen una “fe que mueve montañas”. Ellos celebrarían una sesión de oración pidiéndole a Dios que removiese la montañan de su patio trasero y que de alguna manera proveyese suficiente dinero para pavimentarlo y pintarlo antes de la fecha del culto de inauguración la semana siguiente.
En el tiempo señalado, 24 de los 300 miembros de la congregación se reunieron para orar. Oraron por casi tres horas. A las diez de la noche, el pastor pronunció el “amén” final. “Celebraremosel culto de inauguración el próximo domingo tal y como está programado”, les aseguró a todos. “Dios nunca nos ha fallado antes y estoy seguro de que será fiel en esta ocasión también”.
A la siguiente mañana mientras trabajaba en su estudio, oyó un fuerte golpeteo en su puerta. Cuando gritó “entre”, un capataz de aspecto rudo apareció, quitándose el casco al entrar. “Perdóneme, Reverendo. Soy de la Compañía de Construcción Acme del condado aledaño. Estamos construyendo un enorme centro comercial allá y necesitamos algo de tierra para relleno. ¿Podría usted vendernos un pedazo de esa montaña detrás de su iglesia? Le pagaremos por la tierra que removamos y le pavimentaremos el área desocupada a costo nuestro, si la podemos tener de una vez.
No podemos hacer nada más hasta que rellenemos con tierra y le permitamos asentarse”.
Aquella pequeña iglesia fue dedicada el siguiente domingo de acuerdo al plan original y ¡hubo muchísimos más miembros con “fe que mueve montañas” en el domingo inaugural que los que había habido la semana anterior!
¿Nos hubiéramos nosotros presentado para aquella reunión de oración? Alguna gente dice que la fe viene de los milagros. ¡Pero otros saben que los milagros vienen por la fe!