Un anciano que vivía solo, quería (como todos los años) plantar patatas en su patio de atrás, pero arar la tierra era un trabajo demasiado pesado para un hombre de su edad.
Su único hijo, José Ángel, quién solía ayudarlo, estaba preso por homicidio. El anciano decidió escribirle una carta a su hijo, explicándole su problema:
Querido José Ángel:
Me siento mal porque no voy a poder plantar mi huerto con patatas este año. Estoy muy viejo para arar la parcela. Si tú estuvieras aquí, todos mis problemas desaparecerían. Sé que me ayudarías removiendo la tierra.
Te quiere, Papá.
Pocos días después, el hombre recibió una carta de su hijo:
Querido Papá:
Por el amor de Dios, papá, no vayas a remover la tierra del patio trasero. Precisamente allí es donde enterré uno de los CUERPOS (el que la policía nunca pudo encontrar).
Te quiere, José Ángel.
Al otro día, a las 4 de la mañana, la policía y agentes especiales irrumpieron en la casa del anciano, con una orden del juez y removieron toda la tierra del patio trasero, sin encontrar ningún cuerpo. Se disculparon con el anciano y se fueron.
Ese mismo día, el hombre recibió otra carta de su hijo:
Querido Papá: Ahora ya puedes plantar tus patatas. Disculpa las molestias, pero dadas las circunstancias, es lo mejor que pude hacer para ayudarte.
Te quiere, tu Hijo José Ángel.
Siempre hay la posibilidad de ayudar aún cuando las circunstancias que estemos viviendo digan lo contrario.