El tren expreso del oeste del Canadá corría rápidamente por la vía férrea, y el canto monótono de las ruedas hacía cabecear a muchos de los pasajeros en los carros, mientras que otros, acomodados en sus camarotes, ya dormían profundamente.
Eran casi las 2:00 de la madrugada y faltaba poco para llegar a la estación del pequeño pueblo de South River, donde el expreso no solía parar, pero esta noche a unos 1000 metros pasando la estación un tren de carga, esperando entrar en el desvío, estaba ocupando la línea.
El jefe de estación había tomado todas las precauciones, colocando las luces correspondientes para detener el expreso, y ahora se encontraba algo despreocupado en el andén de la estación, su linterna en la mano.
Automáticamente sus oídos captaron el ruido del tren que se acercaba, y luego él divisó a la distancia la luz de la locomotora. Esperaba oír disminuir la velocidad, pero seguía con el mismo ritmo, cada segundo acercándose más al semáforo en rojo. ¿Qué le pasa? se dijo entre dientes.
¿No ve las luces rojas? ¿Por qué no aplica los frenos? El tren seguía sin el más mínimo cambio de velocidad. ¡No va a parar… no ha visto las luces… va a chocar! ¿Qué hago? Como relámpago los pensamientos atravesaban su mente: ¡El maquinista tiene que estar durmiendo!
Tomó una rápida determinación. Se plantó firme en el andén, apretó las mandíbulas, y con su linterna bien agarrada en la mano él esperó. El tren se acercaba velozmente y la luz del farol ya alumbraba toda la línea frente a la estación.
¡Ayúdame, Dios! suplicó el jefe, y en el preciso momento cuando pasaba la locomotora frente a él, lanzó su linterna por la ventanilla. Afortunadamente la linterna quebró el vidrio, cayó encima del maquinista y le despertó.
Reaccionando rápidamente, él aplicó los frenos y paró el tren pocos metros antes de alcanzar el tren de carga.
Pueden imaginarse la gratitud que ese maquinista sintió hacia el jefe de estación que le despertó tan a tiempo, salvándole de un terrible desastre.
Pero, saben niños, es justamente para despertarles a ustedes que les advertimos que si siguen su camino sin Cristo, hay inminente peligro. El Señor Jesús viene pronto, y si no son salvos, serán dejados para el juicio eterno.
Al igual que ese maquinista, muchos de ustedes están durmiendo. Con cada momento que pasa se van acercándose más al infierno, pensando que algún día en el futuro serán salvos.
No posterguen más la salvación; es tarde ya. Jesús murió por ustedes y ha esperado mucho para que le acepten. Háganlo ahora mismo, y Él les salvará.
Fuente: Sigueme.net