Hay sueños que provienen del corazón de Dios y hay sueños nuestros. Los sueños nuestros pueden ser alcanzados a través de nuestra capacidad humana, a través de nuestros recursos e influencia. Los sueños de Dios son alcanzados a través del poder de Dios.
La palabra de Dios a Zorobabel fue: “No es con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu…”. La tarea que Zorobabel tenía que llevar a cabo era Titánica y Dios le advierte que si él descansaba en su habilidad para alcanzarla, el propósito no se lograría.
“No es con fuerza”, dice el Señor. Esta declaración de la fuerza hace referencia a un arco cuando esta siendo estirado. El arco es un arma de guerra, un instrumento hecho de material que tiene su límite cuando se estira. Además de las limitaciones en el arco, hay limitaciones en la fuerza de la persona que estira el arco.
La fuerza humana o “instrumentos” humanos nunca serán suficientes para alcanzar los sueños de Dios. Cuando comparamos nuestra fuerza con la fuerza de Dios, no hay comparación, cuando comparamos nuestros “arcos” con el “arco de Bronce”, el arco de Dios, nuestros instrumentos son débiles, y con muchas limitaciones.
Dios también le dice a Zorobabel, “No es con ejército”. Un ejército es un grupo de hombres, un grupo de soldados a la disposición de un capitán. La palabra ejército también puede ser interpretada como recursos, influencia, dones o habilidad. Nada de esto es suficiente le dice Dios a Zorobabel, necesitas el poder de Dios. Es obvio que el Señor utilizará nuestras habilidades y recursos pero nunca serán suficientes, nos quedamos cortos cuando sólo dependemos de ellos.
Si en este momento haces un inventario de tus recursos, habilidades e influencia y decides que puedes lograr el sueño que hay en tu corazón, ese es un sueño tuyo, esto de ninguna manera quiere decir que el sueño sea malo, hay sueños buenos que pueden ser logrados con solo nuestra habilidad y recursos.
Los sueños de Dios, en cambio, parecen imposibles de alcanzar cuando los comparamos con nuestra habilidad. Cuando logramos los sueños que Dios puso en nuestro corazón, nos damos cuenta que El es el digno de la gloria y el reconocimiento, nosotros solo somos instrumentos en sus manos.
Un día me encontraba leyendo en la sala de mi casa y llego mi hijo Adrián. El era pequeño aún y llevaba en sus manos un arco y una flecha, posicionó la flecha, estiro el arco y apunto hacia donde yo estaba. En ese momento pensé que me sacaría un ojo pero realmente la flecha ni siquiera llego a donde yo estaba. Después de eso le pedí el arco y le hice algunos ajustes. Al terminar salí con mi hijo al patio de la casa, le pedí que tomara el arco y se preparara para lanzar la flecha, pero antes de que lo hiciera puse mis manos encima de sus manos y juntos estiramos el arco. En el momento de lanzar la flecha voló mucho más alto y lejos que lo que el había logrado en su propia fuerza. La flecha cruzó el patio de nuestra casa y cayó del otro lado de la calle. Mi hijo estaba sorprendido de la hazaña.
Esto es lo que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros. Seremos sorprendidos cuando El ponga sus manos sobre nuestro arco débil.
No importa cuan grande sea nuestro talento o nuestra habilidad, los sueños de Dios se alcanzan con el poder de Dios.
No importa que tan pocos o vastos sean nuestros recursos. Los sueños de Dios se alcanzan con los recursos de Dios.
¿Estás confiando en El?
Autor: Jesús A. Romero