Salmo 32

Dice el Salmo 32: Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonado y cubierto su pecado, bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad y en cuyo espíritu no hay engaño.

Este es un salmo de bienaventuranza, y normalmente se cantaba en el día de expiación. El día de expiación era una fecha especial para el pueblo judío, hasta podríamos decir un día solemne. En ese tiempo el sumo sacerdote tenía el permiso de Dios para entrar en el lugar santísimo y celebrar un acto de expiación, en primer lugar, ofreciendo sacrificios de expiación por sus propios pecados, y a continuación otro sacrificio por los pecados del pueblo.

Para entender mejor el pasaje, sería conveniente analizar con detenimiento las palabras de este salmo que comienza con la expresión bienaventurado. Y lo primero que se debería conocer es a la persona bienaventurada, y el pasaje lo explica. La lectura no dice que el bienaventurado sea el que se considere justo a sí mismo. Porque debemos recordar que Dios dice que no hay justo ni aun uno. Esto está en concordancia con las palabras del mismo Señor Jesucristo.

El dijo: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento». De manera que si alguno se considera Justo delante de Dios, sentimos mucho en comunicarle que la Biblia no le puede ofrecer nada, porque la invitación es para los que sienten la carga de sus pecados, para aquellos que se consideran transgresores de la ley de Dios. Dice nuestra lectura de hoy: bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonado.

Ahora, debemos resaltar además, que la bienaventuranza tampoco es para aquel que oculta su pecado. Existe una tendencia natural en el ser humano de ocultar su pecado, de disfrazar o disimular su error. El mismo salmista el rey David quien es el autor de el salmo que hemos leído, él en algún momento intentó ocultar su pecado y no le fue nada bien; primeramente disimuló su error, luego esto lo llevó a la mentira y finalmente al crimen.

Y por causa de esta mentira, su corazón perdió la paz, y el verdor de su alma se volvió en sequedades de verano. Por eso escribió las palabras de este salmo diciendo: que no es bienaventurado el que sabe disimular su pecado, no es dichoso el que encubre su maldad poniéndole una cubierta de religiosidad. El sabio Salomón había dicho lo siguiente: El que encubre su pecado no prosperará. Tampoco dice que sea bienaventurado aquel que quiera pagar su deuda a Dios. Aunque parezca mentira, hay personas que creen poder pagar a Dios el precio de su salvación. En cierta ocasión un hombre me respondió: mire, yo ya he cumplido todo en mi juventud, he pagado todo. Y es posible que tenga en su haber muchas cosas buenas. Habrá sido un buen padre.

Tal vez un buen esposo, un buen vecino, hasta un buen miembro de su iglesia. Como dijera el joven rico del evangelio de Marcos: Todo esto lo he cumplido desde mi juventud, ¿qué más me falta?. Pero miremos brevemente porqué llama bienaventurado aquí en este salmo. En primer lugar porque ha escapado del castigo, porque el que confiesa y se aparta alcanza misericordia. Y Porque en el día malo lo librará Jehová. Te podrás preguntar en este día.

¿Cómo ser un bienaventurado?. La religión te respondería mostrándote un largo y complicado camino de sacrificios. Pero Jesús dijo: yo no he venido a buscar a justos sino a pecadores al arrepentimiento. Si confiesas tus pecados a Dios y te arrepientes, Y si recibes a Jesús en tu corazón, serás una persona bienaventurada. Caminemos este día tomados de la mano de Dios.

Fuente: Gabito grupos