“Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos. Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas”. Marcos 6:7-9
¿A quién le gustaba ir a la escuela, cuando tenía entre 6 y 15 años? Prácticamente a nadie. Claro como todo hay sus excepciones y han quienes desde niños son excelentes estudiantes. Pero si tú eres como yo y estás dentro de los parámetros normales, estarás de acuerdo que la escuela no era nuestro lugar favorito.
¿Por qué estábamos ahí? Es una respuesta obvia sí ya no eres un niño. Al contrario cuando todavía eres un pequeño, le respuesta es: Mis papás me enviaron.
Somos niños, no sabemos por qué o cuál es el propósito de la escuela. Siendo honestos no nos interesaba, simplemente nos conformábamos con lo que sí sabíamos; que nuestros padres nos aman, que confiamos en ellos aunque estábamos en un lugar que no nos agradaba del todo.
Ahí está Jesús con sus hijos, escoge a doce de ellos, no sabemos sus razones, podemos imaginar que son lo más aplicados, o los más rebeldes, o tal vez una mezcla de las dos. Algunos piensan que fueron los doce más dispuestos, aunque no pareciera que fue así. Podemos intentar hacer malabares teológicos sin embargo, la verdad es que no sabemos por qué eligió a estos doce. Lo que sí se, es que Jesús siempre toma mejores decisiones que las mías.
Los separa de dos en dos, tú con Juan, a ver, tú con Judas, así continuo hasta hacer seis grupos de dos. Muy bien ahora ya están listos para ir a la escuela. Va estar muy bien, van aprender varias cosas, entre ellas a sacar espíritus inmundos. Van aprender a sanar enfermos, a predicar, limpiar leprosos, resucitar muertos.
Antes de que pudieran decir algo los discípulos, les dice pero esto tiene un costo, claro es gratis pero, no será fácil. Es parte de la enseñanza. Porque como sabemos aprender duele. Todavía me acuerdo como andar en bicicleta, no sin olvidarme de algunas cicatrices. Podemos voltear a ver las marcas de cuando estábamos aprendiendo a caminar. Fue gratis, pero tuvo un costo.
Jesús les dice no quiero que lleven comida ni agua para el camino, para que les quede claro ni agua embotellada, ni siquiera un peso, ni tarjetas de crédito. No van a llevar maleta, ni celular, ni reloj, ni laptop. Sólo llevarán lo que traen puesto. Podemos discutir acerca de lo ilógico que es esto, claro que es ilógico para nosotros pero, no para Dios. Sabe perfectamente porque hace cada cosa. No hay nada fuera de su lugar, tiene contados hasta tus cabellos. ¿Te imaginas? Ni siquiera yo se cuantos cabellos tengo. Por supuesto Dios sí sabe.
Dios a veces nos despoja de muchas cosas, nos limita en otras tantas, todo para que aprendamos muchísimo. La escuela de la vida así es. Estás inscrito. ¿Cómo? ¿Por qué no me avisaron?
Hasta el día de hoy, ningún padre sensato dejaría fuera a sus hijos de la escuela. No he visto jamás que les pregunten. ¿Hijo quieres ir a la primaria? Si me hubieran preguntado a mis 6 años hubiera contestado: ¡No, muchas gracias! Gracias a Dios mi mamá nunca me preguntó y ahora puedo escribir y leer.
Bienvenido a la escuela de la Vida, te tocó el Maestro Jesús. ¿Puedes aprender o prefieres reprobar?
Enviado por Alejandro Cunillé Fuentes